Hace como dos semanas escribí una entrada que llame “Que bien se siente ganar“, donde les platicaba que estaba jugando en un torneo de fútbol interno del lugar donde trabajo. Mi equipo, el segundo peor equipo de la primera fase, los que apenas pasaron y los que nadie pensó que fueran a pasar más allá de las semifinales, Gano.
Eliminamos al equipo favorito en semifinales y al segundo mejor equipo en la final. La final estuvo bastante dramática, pues empezamos perdiendo en el primer tiempo dos goles a cero, cosa que nos desmotivo un poco a todos y nos hizo empezar a jugar mal. Pero en el segundo tiempo y sin presumir, metí dos goles con los que empatamos y nos motivamos un montón, nos fuimos al frente y presionamos al equipo contrario, que después de haber recibido los dos goles del empate perdió la concentración.
Gracias a que el otro equipo empezó a jugar un poco mal y nosotros un poco mejor, un compañero de mi equipo tiro a la portería después de una jugada que hicimos y metió el gol que nos puso adelante por una diferencia mínima para quedar campeones.
A pesar de estar contento después de haber ganado el partido, eso no fue lo mejor del día, si no lo que paso al terminar. Me fui a sentar al lugar donde estaba la banca de mi equipo, tome un agua porque me moría de sed y me puse a descansar, en eso llega la hija de seis o siete años de una compañera de mi área y me da un abrazo, me sorprendí porque yo no la conocía, ni ella a mí. Supuse que me dio el abrazo por haber ganado o algo así.
Estaba un poco equivocado. Al día siguiente me encontré a mi compañera, me detuvo y me dijo que le había platicado a su hija que yo tenía el tobillo lastimado y que la chamaquita estuvo todo el partido preocupada por mí, que porque no quería que me lastimara mas. Y que cuando termino el partido se puso contenta porque ganamos y no me paso nada.
En serio, ese día trabaje todo el día contento acordándome de lo que me contó mi compañera, a pesar de que hay y hubo demasiado estrés en el trabajo como casi todos los días, me hizo el día.